La Comunicación Hoy, de PACO CHECA

No cabe la menor duda de que el siglo XXI se caracteriza, entre otros avances, por ser punto álgido en la historia en lo referente a las comunicaciones. Ponerse en contacto con cualquier persona del mundo es algo tan fácil que se escapa a nuestros sentidos; simplemente lo aceptamos como algo normal dentro de nuestras vidas sin pararnos a pensar la tecnología que se abre a nuestro servicio y, por supuesto, sin saber, ni nos importa, el funcionamiento de estas tecnologías. La fiebre de los aparatos móviles de telefonía sobrepasa los cálculos mentales que abelgarba nuestro pensamiento en la década de los ochenta, por poner un ejemplo. El solo hecho de ver un teléfono instalado en un coche se consideraba algo inaccesible para la mayoría de la gente. Hoy en día el hecho de no llevar un móvil parece hasta ridículo y rara es la casa que no dispone de, por lo menos, un par de ellos. Eso sí; se utilizan para todo obviando su primera función que es la de hablar por teléfono. Nos invade un firmamento artificial de satélites que nos hacen contactar incluso, parece de risa, con el semáforo de la esquina, dónde orgullosos y aprovechando la parada, comunicamos a nuestras esposas la premura de nuestra llegada. Enviamos los mensajes para recibir toda clase de melodías y logos que darán un aspecto más moderno a nuestros aparatos y votamos a personajes y personajillos, programas y ridículos debates con el simple hecho de marcar un número, dejar un espacio y poner la palabra clave de aquello que, por lo visto, tanto nos interesa que se lleve a cabo.

La televisión también se considera como uno de los medios de comunicación más desarrollado y arraigado en el seno de la familia y las relaciones sociales. El derroche de miles de millones de euros dedicados a los más horteras, simplicistas divulgaciones carentes de todo valor cultural y educativo, sobrepasa la imaginación del mal gusto. Las plataformas digitales son el invento para paliar, supuestamente, esas programaciones que caen en el ridículo. Pero… ¿lo consiguen?. Tan sólo cambian la estructura de nuestras fachadas que apuestan por una imagen de las parabólicas más sofisticadas en pura competencia con los aparatos de aire acondicionado de más potencia. El engaño televisivo es fiel reflejo del consumismo material que nos invade continuamente nuestra imaginación y nuestro intelecto que queda irreversiblemente herido para toda la vida. Ahora se es famoso por el simple hecho de ser imbécil, por algún escándalo o simplemente porque sí; porque alguna cadena se afana por descubrir personajes cuyo único mérito es, lo que nuestros mayores antaño decían, “putear” y manifestar cuántos más escándalos mejor, mayor audiencia.. La clave del éxito pasa por ser el que más veces sale en las diferentes cadenas aunque sea para que exploren su vida repleta de idilios, situaciones violentas o ridículas acciones que le llevan a desnaturalizar la vida cotidiana de los que supuestamente sólo trabajamos y nos aburrimos. La cultura pasa por unos simples programas documentales aceptados, en su mayoría, como nanas dulcificadoras para nuestras siestas o como fondo pesadísimo en alguna tertulia de amigos dónde, casi siempre, surge una voz que dice triunfante, ¡queréis quitar ese pestiño…!

He querido dejar para el final al rey de las comunicaciones; nuestro gran amigo el ordenador. Siempre tan callado, en una esquina de la sala, bien organizado, completo: monitor, impresora, base, módem interno de no sé cuántas megas, scanner, regrabadora, DVD… El más completo de los servicios para acceder a todo un mundo de comunicación. Y por supuesto el gran omnipresente, Internet. Las posibilidades son infinitas; una puerta abierta al mundo desde la intimidad de tu cuarto. Los correos electrónicos matan el sentimentalismo de las antiguas cartas escritas a mano y, lo que es más sorprendente, casi en tiempo real. La soledad es una quimera, una excusa de rebelión neurótica y depresiva; ya no vale estar sólo, puedes incluso chatear. Hablar con cualquier persona del mundo en tiempo real, con varias personas si lo deseas. ¿Esto es bueno o es malo?. Quien lo sabe…. Las tertulias de los siempre enigmáticos cafés han sido creadoras de logros sorprendentes a lo largo de la historia de la humanidad, los paseos con amigos han sido, al menos alguna vez, fructíferos en consejos y sabidurías adquiridas con las experiencias del “otro”. Hasta la simple charla entre vecinas ha supuesto algún que otro provecho en beneficio de alguna duda, incluso existencial. Pero el Chat… Todos hemos querido, alguna vez, chatear por curiosidad, y la experiencia no puede ser más desagradable, raya en el ridículo, en la comunión con el absurdo, en lo más rastrero y desilusionante desde la comunicación del hombre primitivo. Los vocablos carecen de la más mínima significación y ortografía, las palabras se reducen a signos que has de interpretar y el lenguaje se deforma constantemente siendo el riesgo de una incultura literaria peligrosísima para el desarrollo académico e intelectual de nuestros hijos, así como el deterioro progresivo de nuestros propios conocimientos lingüísticos. Le demostraré algunos ejemplos vergonzosos de una comunicación desde los miles de Chat existentes en la Web:

Linda10: hola a toooooooooos
Cazacorazones: psssssssssssssssssssssssssss.
Locor: yo tb qero
Linda10: que quires q.
Locor: hablar
Cazacorazones: pop o pop o pop o po tu
Halcon: halcon reproduce llanto.
Superoyo: alguien de malaga.
Linda10: buen pescao.
Cazacorazones: siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Arrobo: alguna chica
Pepe34: QUE.. SI..SI..

Con la mano en el corazón, ¿no es para perder la cabeza: no es preferible leer un buen libro aunque aparentemente no hables con nadie en directo? El Chat es sorprendentemente agotador; mata miles, millones de neuronas en una sola sesión de diez minutos; aburre y, si te empeñas en escribir correctamente y con todas las palabras completas pierdes el ritmo y encima se ríen de ti. La comunicación ha de ser instructiva, comprensible, educativa, que menos que inteligible y por supuesto portadora de intercambios de experiencias y vivencias que lleven a la consecución de un aprendizaje razonable, igual da positivo o negativo, pero aprovechable en el intelecto de la razón.

Debemos cuidar la comunicación, algo tan esencial desde los comienzos de la vida humana; la base de la educación, la cultura, el avance histórico de los pueblos. Las relaciones humanas y la estabilidad mundial pasan por el esencial recurso del diálogo. No debemos, por tanto, educar a nuestros hijos desde la paranoia de lo irracional, incomprensible y mecánico como puede ser la falta de recursos para aceptar y presentar los argumentos que desde nuestro raciocinio emerge para ser captado por los receptores de nuestras propias ideas y sentimientos.

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Un comentario
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  1. Me gusto mucho el articulo, como dice en él, creo que la comunicación de las personas hoy en un dia es muy vacia y no tiene ningun enriquecimiento cultural, ademas se maltrata mucho la lengua.

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