Francisco Teva Jiménez
Maestro / Lic. en Derecho
Es un hecho desgraciado, pero real, que casi todos los días, en los medios de comunicación, aparece alguna noticia relacionada con lo que se viene llamando “VIOLENCIA DE GÉNERO” . Es algo que, yo, que tengo algunos años, ya, no había conocido en la mayor parte de mi vida. No sé si porque las noticias no se conocían con la rapidez de ahora o porque no se daban tantos casos como se dan en la actualidad. Yo me inclino por esta segunda circunstancia. No existía la costumbre, llamémoslo así, o las personas tenían otra forma de resolver sus problemas conyugales más civilizada y menos primitiva y encarnizada.
Entiendo que la Ley tiene un carácter “tuitivo” y existe una discriminación positiva para con la mujer, pero es que son muchos más los casos que afectan a las mujeres que a los hombres. Hablando con la gente, me ha sorprendido entender que, las circunstancias, a veces, hacen que los hombres se tengan que decantar por esta solución tan drástica y dramática.
Entienden algunos hombres que las mujeres, en los casos de separación, divorcio u otra situación que implique la ruptura de una convivencia entre parejas, tienen siempre la de ganar a la hora de disfrutar vivienda conyugal, recibir cantidades por pensión alimenticia…etc. Sin afán de polemizar, ni querer entrar en discusiones peregrinas, entiendo que se puede, siempre, buscar una solución sin llegar a situaciones tan dramáticas y sangrientas como las que escuchamos con tanta frecuencia.
Mas que arreglar situaciones no queridas, ni deseadas, se producen situaciones desgraciadas para los que las cometen, que siendo fruto del despecho, la ira u otras causas, sumen al actor en el suicidio, muchas veces, y otras en penas de privación de libertad con el consiguiente desamparo para los hijos u otras cargas familiares.
De todas formas no deja de ser una situación anómala, que lleva muchos años y que está enquistada en nuestra sociedad y con pocos visos de solución, a pesar de las leyes y los medios, que ellas disponen.
Quiero rendir homenaje a tantas víctimas con un sencillo poema titulado
LA MÁS BELLA FLOR
A la mujer maltratada
Amarga e infinita desazón.
Corazón lacerado,
que se desgrana lentamente.
Flor deshojada, alevosa,
cruelmente.
La flor herida y ajada,
objeto de malos tratos,
se va rompiendo a pedazos,
se va muriendo asustada,
se siente hundida en un pozo
de frustración y sollozos.
Una mano dura, infernal,
descarga,
con aviesa intención,
el golpe,
inicuo y mortal,
que rompe hoy, para siempre,
ese cuerpo que, ya, ha muerto,
esa vida, ya, agotada,
esa dignidad perdida
en multitud de batallas.
Al final, sólo sentimos
la impotencia,
la frialdad y el olvido.
La lista crece, dramática,
y las flores deshojadas,
van dejando nuestros
campos
yermos de color,
exhaustos.
Quiero que vivan las flores,
quiero sentir su perfume,
quiero que la guadaña,
sin nombre,
descanse, ya, de esquilmar
los bellos campos de flores.